Era un viernes 2 de abril por la noche, Gaby mi novia y yo estábamos
totalmente desquiciados gracias al ritmo laboral y escolar monótonos que la
pandemia nos ha impuesto. Así que decidimos hacer algo que estuviera fuera de
nuestra rutina, algo que nunca habíamos hecho antes, ir al auto cinema.
Aproximadamente a las 9 y media de la noche
emprendimos el viaje, desde mi casa en la Magdalena contreras hasta las tierras
privilegiadas de santa fe, donde se encuentra el auto cinema al que asistimos.
Al llegar al lugar se nos hizo curioso ver la cola de la función, formada por
autos en lugar de personas esperando por entrar, al pasar por la entrada una
miembro del staff nos escaneó el boleto de la función y finalmente, entramos.
Ya dentro esperamos un poco a que el staff nos
dirigiera y después de eso, nos estacionamos en un pequeño cajón entre decenas
de autos. Conforme fuimos conociendo los servicios dentro del peculiar cine,
nos fuimos arrepintiendo poco a poco de no haber llevado nuestra propia comida
a la función, ahí dentro todo te costaba un ojo de la cara.
Luego de esperar un rato, en la pantalla aparecieron
instrucciones sobre cómo escuchar la película con las bocinas del auto, por
medio de una aplicación móvil. Después de configurar el audio, la película
comenzó, “Godzilla vs Kong”, una película que esperaba desde que vi el tráiler.
El servicio del cine nos decepcionó bastante, además
de que todo era carísimo, el servicio tardaba años y a Gaby no le regresaban su
identificación debido a que la tuvo que entregar para que nos prestaran un
cable auxiliar, el cual nunca llegó. Al terminar la película todos los autos
avanzaron al mismo tiempo y se vió bastante loco, como una estampida de autos.
Gaby y yo nos retiramos de ahí con un mal sabor de
boca y una lección aprendida, a la próxima llevar nuestra propia pizza de Little
ceasars y unas chelas.
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