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viernes, 25 de septiembre de 2020

El enamorado de Calafell

 

Juan Marcé, escritor catalán, falleció el pasado 18 de julio del presente año.  


La relación entre Calafell y Marcé comenzó cuando el catalán conoció a Carlos Barral. Barral, quien convirtió el municipio de Tarragona en un centro de cultura, invitó en el proceso a Marcé, quien se enamoró de la ciudad. Marcé tendría un vínculo fuerte por la ciudad cuyo mar, tranquilidad y calles transmitían cierta inspiración. Fue así como Juan Marcé decidió establecerse en Calafell.  


Un hombre cuya definición propia de sí mismo fue un "escritor obrero". Un trabajador infatigable que derivó en las letras por su devoción de los libros de aventuras, cómics y películas de la época. Siempre en busca de saciar su hambre por la fantasía, aventura y cultura. Llegó a la literatura a fuerza de leer e imaginar, pero desarrolló habilidades que le permitieron viajar.  


Juan Marcé nació en Barcelona el 8 de enero de 1933. Su carrera empezó en 1958 mientras trabajaba como operario en un taller de joyería. Sin embargo, el escritor viajó un tiempo por Europa y Latinoamérica hasta 1962 donde regresó a Barcelona. Fue Carlos Barral quien lo llevaría a Calafell, la ciudad donde marcó su estilo literario y se consolidó con el prestigio por el cual fue conocido. 


En Calafell tuvo la inspiración para escribir su novela La muchacha de las bragas de oro (1978). Novela donde relata la Barcelona olvidada de la posguerra. Dicha obra es una de las más reconocidas de Marcé. Cuya creación consistía en el paseo diario del autor por las calles de la ciudad costera o por sus playas en busca de inspiración. El catalán hacía una caminata en los diferentes puntos de la ciudad. Cuando los paisajes, mar, gente o sencillez de Calafell surtían efecto; Marcé procedía a regresar a su hogar para ponerse a escribir. Una anécdota cuyos recuerdos vivieron todo el tiempo en las memorias del escritor.  


Como la novela narra, Calafell es la ciudad donde se desarrolla la historia. Las mismas calles donde Juan Marcé solía pasear todas las tardes y observaba el cielo cada noche sentado en su algarrobo hasta el último de sus días. Esa ciudad, vio marchar este año a uno de los mayores escritores iberoamericanos del siglo XX


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