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lunes, 28 de octubre de 2019

Los sabores de latinoamérica en un rincón de la ciudad


Desde decoraciones de día de muertos, frutas y verduras hasta mariscos, arepas colombianas y helados cubanos. El Mercado Medellín alberga entre sus paredes una combinación de sabores y olores para aquellos que deseen conocer o recordar un poquito otras culturas latinoamericanas.

Eran casi las once de la mañana cuando estaba por llegar a mi destino. Desde el otro lado de la calle el estacionamiento se veía lleno, por lo que me imaginé que el interior del recinto se encontraba igual. Detrás de él, se alzaban las coloridas paredes en donde se leía con grandes letras blancas “Mercado Medellín”.

Al ingresar, atravesé un pequeño puesto de decoraciones de día de muertos, lleno de pequeñas calaveras de azúcar y otras de chocolate, dulces y papel picado de todos los colores. Una vez dentro los primeros puestos contenían lo mismo, y pude notar que la mayoría de las personas que los atendían eran adultos mayores, como aquél señor que se encontraba sentado en silencio mientras escuchaba en el radio una estación de música cristiana, o aquella señora que con la mirada perdida de vez en cuando pasaba un trapo por las calaveritas de azúcar para espantar a las moscas.

Conforme fui avanzando, aunque no están exactamente delimitadas, comencé a notar las secciones en las que se divide el mercado. Al llegar a la sección de frutas y verduras pude observar mesas llenas de estos productos, todos frescos y de buen aspecto. Muchas familias se encontraban escogiendo sus productos y las personas que atendían los puestos, más jóvenes en comparación con los señores de los puestos de día de muertos, intentaban despacharlos lo más rápido que podían mientras gritaban a las personas que con dificultad atravesamos por esos pasillos cosas como “¿Qué va a llevar?”, “Qué se le ofrece güerita?” y “Pasale, tenemos de todo” para atraer más clientes.

Después de atravesar la sección de frutas y verduras llegué a una sección de pequeños locales de comida y puestos decorados con banderas de países latinoamericanos, principalmente de Cuba y Colombia, en donde vendían productos alimenticios originales de estos países, como refrescos, chocolates, dulces, salsas y otros tantos productos nacionales. La mayoría tenían mucha gente, extranjeros y familias disfrutando de diferentes platillos mientras reían y charlaban.

Decidí sentarme en un local de comida colombiana, en parte porque se habían desocupado dos bancos en la barra y en parte porque al asercarme las arepas que estaban preparando me llenaron los pulmones de un delicioso aroma. En el local una señora muy amable me etendió y me sirvió rapidamente. Espere unos minutos en lo que se enfriába mi arepa y le dí la primera mordida. El sabor de la masa combinado con el queso derretido causo una explosición de sensaciones en mi boca y una gran satisfación. Después de este primer bocado, recorde que no había comida nada en toda la mañana y pensé que había valido la pena la espera porque estaba comiendo algo realmente deliciosos y poco común en mis desayunos cotidianos.

Una vez que termine mi desayuno me dirigí a un puesto de jugos y licuados, compré un vaso de jugo de naranja y seguí recorriendo los pasillos de los más de 500 puestos del mercado. Al llegar a la sección de flores y plantas un aroma fresco invadió el ambiente y pude ver una gran variedad de flores de todos los colores, tamaños y formas. Los pasillos se veían coloridos y las personas que atendían los puestos se encontraban limpiando los tallos de algunas rosas, barriendo las hojas que se habían caído del piso o armando arreglos de flores que posteriormente pondrían en venta.

Al pasar por la sección de carnes y mariscos frescos pude observar mucha gente comprando diferentes cortes, las moscas se acercaban  constantemente a las carnes a pesar de los intentos de los empleados por ahuyentarlas, y se escuchaba constantemente el sonido de los cuchillos al golpear contra las mesas cuando cortaban pedazos de carne o de pollo. No me detuve mucho tiempo en esta parte porque el ver y oler la carne cruda siempre me ha desagradado, por lo que camine rápidamente hacia la sección de piñatas y disfraces. Aquí encontré niños corriendo emocionados, madres y padres intentando ayudarlos a escoger un disfraz adecuado y otros tantos viendo y escogiendo piñatas de personajes animados para sus pequeños. 
Cuando terminé de recorrer todas las secciones regrese a los puestos de comida, pues no podía irme sin visitar los famosos helados cubanos y probar su especialidad, el helado de nata. 

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