Desde decoraciones de día de muertos,
frutas y verduras hasta mariscos, arepas colombianas y helados cubanos. El
Mercado Medellín alberga entre sus paredes una combinación de sabores y olores
para aquellos que deseen conocer o recordar un poquito otras culturas
latinoamericanas.
Eran
casi las once de la mañana cuando estaba por llegar a mi destino. Desde el otro
lado de la calle el estacionamiento se veía lleno, por lo que me imaginé que el
interior del recinto se encontraba igual. Detrás de él, se alzaban las
coloridas paredes en donde se leía con grandes letras blancas “Mercado
Medellín”.
Al
ingresar, atravesé un pequeño puesto de decoraciones de día de muertos, lleno
de pequeñas calaveras de azúcar y otras de chocolate, dulces y papel picado de
todos los colores. Una vez dentro los primeros puestos contenían lo mismo, y
pude notar que la mayoría de las personas que los atendían eran adultos
mayores, como aquél señor que se encontraba sentado en silencio mientras
escuchaba en el radio una estación de música cristiana, o aquella señora que
con la mirada perdida de vez en cuando pasaba un trapo por las calaveritas de
azúcar para espantar a las moscas.
Conforme
fui avanzando, aunque no están exactamente delimitadas, comencé a notar las
secciones en las que se divide el mercado. Al llegar a la sección de frutas y
verduras pude observar mesas llenas de estos productos, todos frescos y de buen
aspecto. Muchas familias se encontraban escogiendo sus productos y las personas
que atendían los puestos, más jóvenes en comparación con los señores de los
puestos de día de muertos, intentaban despacharlos lo más rápido que podían
mientras gritaban a las personas que con dificultad atravesamos por esos
pasillos cosas como “¿Qué va a llevar?”, “Qué se le ofrece güerita?” y “Pasale,
tenemos de todo” para atraer más clientes.
Después
de atravesar la sección de frutas y verduras llegué a una sección de pequeños
locales de comida y puestos decorados con banderas de países latinoamericanos,
principalmente de Cuba y Colombia, en donde vendían productos alimenticios
originales de estos países, como refrescos, chocolates, dulces, salsas y otros
tantos productos nacionales. La mayoría tenían mucha gente, extranjeros y
familias disfrutando de diferentes platillos mientras reían y charlaban.
Decidí
sentarme en un local de comida colombiana, en parte porque se habían desocupado
dos bancos en la barra y en parte porque al asercarme las arepas que estaban
preparando me llenaron los pulmones de un delicioso aroma. En el local una
señora muy amable me etendió y me sirvió rapidamente. Espere unos minutos en lo
que se enfriába mi arepa y le dí la primera mordida. El sabor de la masa
combinado con el queso derretido causo una explosición de sensaciones en mi
boca y una gran satisfación. Después de este primer bocado, recorde que no
había comida nada en toda la mañana y pensé que había valido la pena la espera
porque estaba comiendo algo realmente deliciosos y poco común en mis desayunos
cotidianos.
Una
vez que termine mi desayuno me dirigí a un puesto de jugos y licuados, compré
un vaso de jugo de naranja y seguí recorriendo los pasillos de los más de 500
puestos del mercado. Al llegar a la sección de flores y plantas un aroma fresco
invadió el ambiente y pude ver una gran variedad de flores de todos los
colores, tamaños y formas. Los pasillos se veían coloridos y las personas que
atendían los puestos se encontraban limpiando los tallos de algunas rosas,
barriendo las hojas que se habían caído del piso o armando arreglos de flores
que posteriormente pondrían en venta.
Al
pasar por la sección de carnes y mariscos frescos pude observar mucha gente comprando
diferentes cortes, las moscas se acercaban
constantemente a las carnes a pesar de los intentos de los empleados por
ahuyentarlas, y se escuchaba constantemente el sonido de los cuchillos al
golpear contra las mesas cuando cortaban pedazos de carne o de pollo. No me
detuve mucho tiempo en esta parte porque el ver y oler la carne cruda siempre
me ha desagradado, por lo que camine rápidamente hacia la sección de piñatas y
disfraces. Aquí encontré niños corriendo emocionados, madres y padres
intentando ayudarlos a escoger un disfraz adecuado y otros tantos viendo y
escogiendo piñatas de personajes animados para sus pequeños.
Cuando
terminé de recorrer todas las secciones regrese a los puestos de comida, pues
no podía irme sin visitar los famosos helados cubanos y probar su especialidad,
el helado de nata.
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