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lunes, 28 de octubre de 2019

Historias dentro de la historia

Los fines de semana en el corazón de la ciudad están llenos de risas, comida e historias de miles de ciudadanos y el pasado sábado yo fui una de ellos. 

De camino al lugar un sábado por la tarde, me lamenté no haber revisado los eventos de ese día. Una hora o tal vez más, fue el tiempo que hice para llegar de Tlalpan a un estacionamiento cerca del Zócalo, ¿la razón? El desfile de alebrijes 2019 era ese día y justo a las 12:00 pm comenzaban su recorrido por el corazón de la ciudad: El Zócalo. Al ser atrapada por el tráfico, no pude ser testigo de dicho evento.

Mejor conocido como la Plaza de la Constitución, el Zócalo es la plaza principal de la CDMX. El pasado 19 de octubre yo me encontraba en ese preciso lugar, maravillada de la cantidad de gente que decidió ir a pasear, comprar o conocer por las enormes calles del centro histórico de la ciudad. Ese día frente a la Catedral Metropolitana se encontraba la Feria Internacional del Libro.

En resumen, era un caos, lleno de eventos, pero sobre todo de personas. Es la segunda plaza más grande del mundo y ese día la explanada estaba llena de carpas blancas y unas cuantas de colores repletas de libros de todo tipo, además de una carpa especial para conciertos o conferencias. Familias, parejas, amigos e incluso personas solas recorrían la explanada de aquí para allá, de carpa en carpa, de calle a calle asegurándose de tener una foto del recuerdo.

El Zócalo es históricamente conocido por ser la sede de hechos importantes, como el grito de independencia de cada año. A sus alrededores se puede ver la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, Palacio Nacional, Antiguo Palacio de ayuntamiento y el Edificio de Gobierno, pero esa tarde yo con esfuerzos veía las estructuras de cada uno de ellos, pues las carpas blancas bloquearon mi vista.

Era un sábado caluroso, a pesar de estar en otoño. Entre carpa y carpa localicé pequeños carritos con nieves de limón, pero adornados como solo en México sabemos. El vaso estaba lleno de chamoy y lo que parecía ser Miguelito, ese rico chilito en polvo y para completar el antojo, una banderilla de tamarindo enriquecía la nieve, perfecto para el calor.

El paso a los coches estaba cerrado, al menos a eso de la 1 de la tarde, por lo que las banquetas servían de asiento para miles de mexicanos, mientras comían un helado, un elote o simplemente platicaban. Algo relativamente nuevo del Zócalo, al menos para mí, son unas pequeñas zonas donde hay sillas de colores, claramente se hallaban llenas por personas cansadas de caminar bajo el sol, por lo que yo no me pude sentar.

Personas iban y venían, mientras yo observaba el panorama desde la calle que da justo de frente de la Catedral, me daba cuenta de los negocios a mi alrededor y si, el Zócalo tiene a sus alrededores cientos de tiendas de vestidos, de joyería, de telas, de comida, pero sin duda mi favorita es Palacio de Hierro y no lo digo por el estatus de la tienda, no, yo me refiero a la hermosa estructura, de hecho ese fue el primer edificio que se construyó con acero y hierro en México, cada vez que lo veo me paro a admirar su belleza y en esa ocasión no fue la excepción.

Sus calles aledañas, llenas de historia, alegría y comida, donde pude ver desde un payaso, hasta una persona pintada de hojalata y como olvidarme de esos pequeños puestecitos de tacos que adornaban las calles. También algo muy curioso fue el puesto de elotes que vi, estaba en la entrada de uno de los muchos estacionamientos públicos, el puesto no era uno ordinario. Era un carrito de super repleto de elotes, en la parte que sirve de asiento para bebés, fueron colocados todos los ingredientes y yo quedé maravillada de esa creatividad mexicana.

La brisa de esa tarde era fría, pero el sol se encontraba presente. Por cada rincón del Zócalo escuché “Llévele, llévele ricos elotes 20 pesos”, “¿Quiere subir a la cafetería de la terraza, güerita? No cover” negociantes por aquí y por allá, pues a pesar de ser un sábado en el Zócalo, nunca se descansa.

Risas, voces y gritos exclamados esa tarde de fin de semana, donde los miles de mexicanos recorríamos un lugar histórico de mi hermoso país. Ese día me di cuenta de algo, este como este nuestro país, los mexicanos seguimos caminando, riendo, trabajando y explorando por el futuro de México, y esa sábado 19 de octubre, el Zócalo era testigo de aquello.

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